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REFLEXIONES DIARIAS AA 15 JULIO

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    15 JULIO

    «ORGULLO»

    Hace miles de años que venimos exigiendo más de lo que nos corresponde de seguridad, de prestigio y de amor. Cuando parecía que teníamos éxito, bebíamos para tener sueños aun más grandiosos. Cuando nos sentíamos frustrados, aunque sólo fuera en parte, bebíamos para olvidar. Nunca había suficiente de lo que creíamos que queríamos.

    En todos estos empeños…, nuestro mayor impedimento había sido la falta de humildad. Nos faltaba la perspectiva suficiente para ver que la formación de carácter y los valores espirituales tenían que anteponerse a todo, y que las satisfacciones materiales no constituían el objetivo de la vida.

    — DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 68

    Una y otra vez me acercaba al Paso Siete, sólo para retroceder y reconsiderar. Algo me faltaba y se me escapaba el impacto del Paso. ¿Qué había pasado por alto? Una simple palabra: la había leído pero la había ignorado, la base de todos los Pasos, en verdad de todo el programa de Alcohólicos Anónimos— esa palabra es “humildemente”.

    Sabía cuáles eran mis defectos: constantemente posponía mis tareas; me enojaba fácilmente; sentía mucha autoconmiseración; y me preguntaba, ¿por qué yo? Entonces recordé, “el orgullo va antes de la caída”, y eliminé el orgullo de mi vida.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    Lo que malograba todos nuestros  esfuerzos, aún los bien intencionados, era la falta de humildad. Nos había hecho falta la perspectiva necesaria para ver que la formación de la personalidad y los valores espirituales, están  en primer término y que las satisfacciones de orden material están en segundo lugar, y que no son un objetivo primordial en la vida.

    El Séptimo Paso me vuelve a guiar a lo importante de lograr un despertar espiritual, tomando en cuenta que mi enfermedad de la adicción no encontró solución en lo médico, en lo psiquiátrico, en el desempeño físico, en el logro económico, en el reconocimiento profesional, en fin en nada material. La solución que encontré, el remedio para suspender mi obsesión por consumir y el inicio de un cambio de vida surgió en una experiencia espiritual.

    En este sentido es una gran verdad en mi vida reconocer que: “Estamos seguros que ningún alcohólico y menos aún un miembro de A.A. menosprecia los logros de orden material. No discutimos con los que todavía se aferran a la creencia de que la satisfacción de nuestros deseos naturales es el objetivo  principal en la vida. Pero estamos seguros de que no hay en el mundo ninguna clase de gente que haya tenido resultados tan desastrosos en la aplicación de esta fórmula, como los alcohólicos. Por muchos años nosotros los alcohólicos hemos estado exigiendo más de lo que nos corresponde a aventura, prestigio y seguridad (sexo, poder y dinero). Cuando parecía que estábamos teniendo éxito, bebíamos para soñar con grandezas. Cuando nos desengañábamos, aunque fuera parcialmente bebíamos para olvidar.

    Nunca nos saciábamos.

    Lo que malograba todos nuestros  esfuerzos, aún los bien intencionados, era la falta de humildad. Nos había hecho falta la perspectiva necesaria para ver que la formación de la personalidad y los valores espirituales, están  en primer término y que las satisfacciones de orden material están en segundo lugar, y que no son un objetivo primordial en la vida. Muy característicamente nos habíamos desviado por completo al confundir los medios con los fines, en vez de considerar la satisfacción de nuestros deseos materiales como medios para existir y funcionar como seres humanos. Habíamos considerado estas satisfacciones como una meta final en la vida.”

    Cuando voy leyendo detenidamente por líneas estos párrafos, me encuentro ante un espejo de lo que mi vida en la actividad ha sido y cómo aún dentro de la recuperación he confundido el objetivo correcto al pensar que en las cuestiones de índole material y puramente humano se encuentra la verdadera satisfacción de mi existencia, pues lo único que busco es la satisfacción de lo inmediato y entonces mis pensamientos y emociones desviados y negativos son los que imperan al inducirme a exigir de la vida e incluso de Dios dinero, poder, relaciones personales, sexo y todo aquello que precisamente me aleja del Camino Feliz.

    Cuánta confusión nace en mí al pensar que viviendo en este plano material se trata de satisfacer todos mis deseos, necesidades, pretensiones, aspiraciones, inclinaciones y antojos ya que para eso es que me preparé, para eso trabajo y para eso me cultivo en las áreas de mi vida, pues además debo cubrir los compromisos de mi esposa, mis hijos, mi familia y crear fuentes de trabajo y cubrir sus salarios, ser un generador de riqueza, en fin lograr el triunfo y el éxito que la sociedad y mi gran ego exigen a través de solventar y satisfacer hasta el más mínimo de mis caprichos materiales porque son  indispensables e imprescindibles.

    Entonces me he preguntado: ¿si la finalidad de mi vida es lograr todas mi exigencias, mis fantasías, mis ocurrencias por qué no realizo todos los actos que sean precisos e imperiosos aunque para ello me guíe por el atropello, la manía, la ligereza, la arbitrariedad e incluso el delito?, la primera respuesta es que mi conciencia no me permite actuar de esta forma y puedo darme cuenta de que al beber, al consumir uno de los efectos inmediatos es apagar la poca conciencia que tengo y entonces soy capaz de dejar surgir mis más malévolos y perversos instintos y desplegar cualquier conducta y pensamiento torcido, desviado, despiadado, corrompido, brutal, cruel, violento y excesivo para obtener “lo que me corresponde”.

    El Egoísmo, la egolatría, el egocentrismo y el egotismo se apoderan de mí para no pensar en nadie más que en mí mismo, en mis propias satisfacciones, en no querer a nadie más que a mí amor propio, en exigir ser el centro no sólo de mi mundo sino del de los demás y en hablar exclusivamente de mí porque nada más me importa ni me interesa, siempre fingiendo un interés por los demás cuando sea de mi conveniencia, comprendiendo a los demás cuando tema perder una posición o un beneficio personal, perdonando pero sin olvidar porque tengo el derecho al desquite y a castigar, en fin aparentando lo que no soy, lo que no siento y lo que no pienso; por eso cuando consumo es muy fácil que surja ese monstruo de la soberbia que hay dentro de mí.

    Mi soberbia no me dejaba actuar con verdad, con autenticidad, con sinceridad, con honestidad y por tanto no podía acercarme a la humildad; y entonces que difícil observé que la primera palabra del enunciado del Séptimo Paso es “humildemente” y primero tengo aprender el correcto significado de la misma y aprender a practicar actos humildemente para estar en posibilidad de pedir de esa manera que Dios elimine mis defectos de carácter, porque si algo muestra mi falta de humildad son mis propios defectos de carácter.

    Tengo que derrotarme totalmente ante mis defectos de carácter, un día a la vez, y quizá de uno en uno, intentar que sea al cien por ciento actuando con la cualidad, con la táctica, con la virtud y con el atributo que le haga contrapeso porque yo puedo con mi intención y mi libre albedrío accionar para lo positivo y unificar mi voluntad para que Dios realice la Suya y elimine los defectos de carácter, pues estoy convencido que yo no puedo quitármelos, extraerlos, desaparecerlos a veces ni disimularlos sino que mi Poder Superior es quien se encarga de ello así como de mi obsesión y mi enfermedad de la adicción.

    Así las cosas, yo pongo mi parte para desear no beber y no llevarme la primera copa, ni la primera dosis, ni la primer conducta desviada e incorrecta y Él se hace cargo de quitarme la obsesión y cargar con ella por veinticuatro horas, de la misma manera si yo comienzo con aun sincero deseo de no incurrir en un defecto y no dejarme llevar por el mismo y poner en acción la generosidad que contrapone al egoísmo, Dios podrá, si es Su Voluntad, eliminar el defecto de carácter.

    Debo reconocer en verdad que el auténtico sentido de mi vida es el progreso espiritual y no el material, que la humildad de auto-conocerme y de no auto-engañarme es lo que me permite poder pedir adecuada y concretamente que se eliminen mis defectos de carácter, sin este acto humilde no es posible.

    Felices 24 horas sin orgullo, sin vanidad y sin exigencias.

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