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REFLEXIONES DIARIAS AA 23 JUNIO

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    23 JUNIO

    «CONFIAR EN OTROS»

    Pero, ¿acaso la confianza nos exige que hagamos la vista gorda a los motivos de otra gente, o de hecho, a los nuestros? Claro que no; esto sería una locura. Sin duda, debemos considerar, en toda persona en que confiemos, tanto su capacidad para perjudicar como su capacidad para hacer bien. Un inventario privado de este tipo puede enseñarnos el grado de confianza que debemos extender en cualquier situación determinada.

    — COMO LO VE BILL, p. 144

    Yo no soy víctima de otros, sino más bien una víctima de mis esperanzas, de mis decisiones y de mi deshonestidad. Cuando espero que otros sean lo que yo quiero que sean y no lo que ellos son, cuando ellos no cumplan con mis expectaciones, entonces me siento lastimado. Cuando mis decisiones se basan en mi egocentrismo, me siento solitario y receloso. Sin embargo, cuando practico la honestidad en todos mis asuntos, invariablemente gano confianza en mí mismo. Cuando examino mis motivos y soy honesto y confiado, soy consciente de los posibles daños que algunas situaciones pueden entrañar y puedo evitarlas.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    ¿No exige la confianza que hagamos la vista gorda a los motivos de otra gente, o de hecho a los nuestros?

    Al tratar los temas de Amor, Confianza y Ayuda para Inventario, en el libro Tal Como la Ve Bill, encuentro la referencia a la cápsula 144, “¿Confianza Ciega?” a la que alude la Reflexión del día de hoy y que textualmente expresa: “Con toda seguridad, no puede haber confianza donde no hay amor, ni verdadero amor donde reina la desconfianza maligna.

    Pero ¿no exige la confianza que hagamos la vista gorda a los motivos de otra gente, o de hecho a los nuestros? Claro que no; esto sería una locura. Sin duda, debemos considerar, en toda persona en que confiemos, tanto su capacidad para perjudicar como su capacidad para hacer el bien. Un inventario privado de este tipo puede enseñarnos el grado de confianza que debemos extender en cualquier situación determinada.

    No obstante, es necesario hacer este inventario con un espíritu de comprensión y amor. No hay nada que pueda influenciar tanto en nuestro criterio como las emociones negativas de recelo, envidia o ira.

    Habiendo investido a alguien de nuestra confianza, debemos hacerle saber que tiene nuestro apoyo completo. A causa de esto la mayoría de las veces él o ella responderán de forma magnífica, superando nuestras primeras esperanzas”. [CARTA, 1966]

    Al leer detenidamente lo que me transmite Bill W., me viene de pronto a la mente la parte del Cuarto Paso que dice: “Si dependimos demasiado de otras personas, tarde o temprano nos fallaron porque también son humanos, y porque no podrían satisfacer nuestras continuas exigencias.” Y entonces “me vuelvo desconfiado” porque mi inseguridad hace su aparición (temor) y mi ego no se siente satisfecho ni mi egoísmo complacido, por lo que se me hace más fácil culpar a los demás, decir que “no se puede confiar en nadie”, que “no hay que confiar ni en mi sombra”, que “si soy bueno abusan de mí”, cuando en realidad no he seguido la sugerencia de hacer un inventario para determinar que tanta confianza puedo depositar en otra persona, valorando objetivamente el bien y/o el mal que puede causarme y/o que es capaz de desplegar en su vida.

    El amor al prójimo y fundamentalmente a mí mismo es indispensable para poder confiar (ser confiado), ya que no puedo dar lo que no tengo y si mi temor, mi inseguridad, mi falta de autoestima me han llevado a no confiar ni en mí mismo es imposible, en mi caso personal, confiar en otro ser humano principalmente porque no puedo amarlo, como no me amo cuando desconfío de mí mismo. Al respecto, considero cuidadosamente que no se trata del hecho de señalar que en lo que respecta al alcohol mi auto-confianza es un peligro sino que derivado de la práctica en mi vida de los principios espirituales vaya adquiriendo fe en un Poder Superior (auténtico amor a Dios) y aprenda a confiar en los otros (auténtico amor por mis semejantes).

    Me cuesta trabajo ir aprendiendo la diferencia de confiar y evaluar la entrega de mi confianza al hecho de necesitar a alguien, de requerir de otro derivado de mis propios defectos de carácter aún cuando no consumía, porque en la actividad me sucedía lo que el Tercer Paso dice: “Muy a menudo vemos al ser humano asustado, que se empeña en depender de otra persona más fuerte que lo guíe y lo proteja. Este ser débil al no poder enfrentarse con sus propios recursos, a las responsabilidades de la vida, no crece nunca, la desilusión y el desamparo son su destino. Con el tiempo sus protectores huyen o mueren, y éste queda solo y atemorizado.”

    ¡Qué confrontación tan grande para mí! tener que reconocer que he vivido así, que abusando de los demás deseaba que cargaran mi vida, exigía que se hicieran responsables de mí, suplicaba por tener un síndrome de esclavo para que otro dirigiera mi vida y que en el caso del alcohol es muy notorio pues puse mis talentos, mis facultades, mis capacidades y mi vida en una copa; sin embargo que gran oposición a claudicar y rendirme total y absolutamente para entregar mi voluntad y mi vida a un Poder Superior porque pensaba que de esta manera perdía independencia, por lo que para mí encontrar la claridad de dirección que me indica el Tercer Paso ha sido una gran verdad: “Mientras más dispuestos estamos a depender de un Poder Superior, más independientes somos en realidad. —Por consiguiente, la dependencia como la practica A.A., es en realidad una manera de lograr la verdadera independencia espiritual—.”

    La dependencia sana en el Poder Superior me ayuda a encomendarme a Él para poder hacer un inventario personal adecuado así como revisar el inventario de mi espiritualidad para confiar en otra persona, ya que no se trata de hacer un juicio de sus cualidades y defectos, sino de observar su ejemplo de vida, aprovechando la enseñanza de la Tradición Once que dice que debo más bien guiarme por la atracción y no por la promoción, puesto que si el modo de vivir de un compañero o de cualquier otra persona me atrae es un buen signo para establecer si puedo o no otorgarle mi confianza y el grado de la misma.

    Debo tener mucho cuidado en cuáles son mis motivos reales e internos para confiar en alguien, puesto que he vivido desconfiando y engañando, entonces es fácil que mida a los demás de la misma manera y paradójicamente resulta que mientras yo evalúo dar confianza exijo que muy pronto los demás confíen en mí, empezando por mi esposa, mis hijos, mis hermanos y las personas cercanas a quienes he dañado y les he fallado; y entonces una reacción muy inmediata sea desconfiar de estas mismas personas en primera instancia aún sin haber seguido la sugerencia de considerar “ su capacidad para perjudicar como su capacidad para hacer el bien”.

    Un cambio en mi juicio y mi actitud hacia los demás es hacerles saber (sin tener temor) a las personas la confianza que les tengo y efectivamente este acto de sinceridad me ha ayudado a obtener una mejor respuesta de las personas e incluso que las mismas reconozcan cuando me han mentido o me han fallado; porque he ido practicando la humildad de reconocer mis errores y de confesarlos. Hoy sé que la mentira crea la desconfianza, rompe la comunicación y por tanto impide una convivencia con los demás; en adición a que va en contra del principio espiritual de guiarme con honestidad.

    Al practicar la confianza intento, sólo por hoy, comprender la genuina amistad, fraternidad, hermandad, compañerismo, cariño e intimidad.

    Felices 24 horas de confiar en otros.

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