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REFLEXIONES DIARIAS AA 4 JULIO

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    4 JULIO

    «UNA FE NATURAL»

    … en lo más profundo de cada hombre, mujer y niño, está la idea fundamental de Dios. Puede ser oscurecida por la calamidad, la pompa o la adoración de otras cosas; pero de una u otra forma, allí está. Porque la fe en un Poder superior al nuestro y las demostraciones milagrosas de ese poder en las vidas humanas, son hechos tan antiguos como el mismo hombre.

    — ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 55

    Yo he visto las obras del Dios invisible en las salas de A.A. por todo el país. Los milagros de recuperación son evidentes por todas partes. Ahora creo que Dios está en esas salas y en mi corazón. Hoy la fe es tan natural en mí, antiguo agnóstico, como el respirar, comer y dormir. Los Doce Pasos me han ayudado a cambiar mi vida de muchas formas, pero ninguno es tan eficaz como llegar a creer en un Poder Superior.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    Existe, para mí, una fe natural muy humana y una fe sobrenatural o divina.

    En el Libro Grande, Capítulo IV, “Nosotros los Agnósticos” se puede tocar la experiencia respecto a que cuento con una fe natural al leer: “porque en cada hombre, mujer y niño está profundamente arraigada la idea de Dios. Ésta puede estar enmascarada por la desdicha, la vanidad, el culto a otros valores; pero la idea de Dios está ahí; en cualquier forma, siempre está ahí. La fe en un Poder Superior a nosotros mismos y las manifestaciones milagrosas de esta fuerza en la vida de los seres humanos son hechos tan antiguos como el hombre mismo.
    Finalmente, descubrimos que la fe en Dios, sin importar de qué tipo de dios se hable, era parte de nuestra naturaleza, como los sentimientos que experimentamos por un amigo.

    A veces debimos buscar mucho, pero Él estaba ahí. Su existencia era tan real como la nuestra. Descubrimos la Gran Realidad dentro de nuestra alma. En el último análisis es solamente ahí donde se le puede encontrar. Así nos ocurrió a nosotros.

    Llegar a creer es el segundo paso de mi vida espiritual, pues el primero fue tener la humildad de reconocer mi impotencia ante el alcohol, mi enfermedad de la adicción y mi vida ingobernable. La longitud del recorrido de mis Doce Pasos de mi vida espiritual, en primer lugar es de veinticuatro horas, y en mi personal podrá irse concatenando a lo largo de lo que Dios me conceda de vida y el momento en que inicie mi recorrido por el Camino Feliz.

    La simple creencia la abandoné en el momento en que acepté, humilde y auténticamente, la existencia de Dios, como yo lo concibo y pude describir mi concepción de ese Poder Superior. De una manera práctica y no solamente de una manera teórica como alguna vez la había tenido y que al estar fuera de mí y en una cuestión de razonamiento no me vinculaba directamente. La forma en que comencé a poner en práctica mi fuerza espiritual en la existencia de Dios fue teniendo confianza fundamentalmente en Su Amor; porque en mi concepción de un Poder Superior es amor y sólo amor, intentando que mi vida se guíe por el código de nuestra Comunidad que es el amor y la tolerancia.

    Recuerdo de mis escarceos por la búsqueda de la espiritualidad que Fray Luis de Granada hacía una distinción muy atinada al decir: una cosa es “tener fe” y otra “vivir la fe”, y yo no puedo decir que tengo fe si no vivo, sólo por hoy, correspondiendo al amor de Dios y por tanto hacer Su Voluntad. Esta distinción el Programa y mis compañeros frecuentemente la mencionan al decir que anduve por el camino de la fe sin fe, o que tenía una fe sin obras.
    Existe, para mí, una fe natural muy humana y una fe sobrenatural o divina.

    La fe natural humana me es necesaria para vivir: Los sentidos y la razón me permiten llegar al conocimiento de muchas verdades materiales mas hay muchas “verdades” que acepto solamente apoyándome en la autoridad intelectual de los demás o en el ascendiente que tenga algo o alguien sobre mí, y como ejemplo me viene a la mente el hecho de confiar que si voy al interruptor o botón para encender la luz “tengo fe en que fluirá la electricidad” aunque no la vea o no la entienda; o aunque nunca haya estado en Marte tengo “fe” en que existe, o así como cuando tengo “fe” de que si como algo no está envenado a pesar de que haya personas que se hayan intoxicado o incluso hayan fallecido diariamente por un mal alimento, y si no tuviera este tipo de fe natural desconfiaría de todo.

    La fe sobrenatural, en mi caso mi fuerza espiritual, ha consistido en que al ver los resultados prácticos de que los Doce Pasos y el Programa de recuperación sí funciona, y que se prueba con el milagro de que en cada junta vea compañeros, como me veo a mí, que no beben, que no consumen, que dejan de realizar conductas desordenadas, desviadas, en fin suspenden el consumo o la ejecución de la adicción. Entonces sostengo mi fe en aceptar los principios espirituales del Programa, para ponerme en acción y obrar en consecuencia para hacer la Voluntad de Dios abriendo mi mente, con sinceridad y con buena voluntad para aceptar que muchas veces la Voluntad de mi Poder Superior escapa de mi comprensión así como de la caja de tiempo y espacio en la que vivo.

    Cada uno de los Doce Pasos me proporciona lo que requiero para ser iluminado por esa luz sobrenatural que ilumina mi espíritu, pues es una luz que solamente pueden captar los ojos de mi alma cada vez más, en la medida en que el progreso espiritual de mi vida interior vaya siendo cada vez mayor y a través de la oración y la meditación los ojos de mi espíritu vayan adquiriendo una visión y una escucha que me permita conocer la Voluntad de Dios, así como me proporcione la fortaleza para cumplirla.

    El conocimiento que me da la fe, es el de la existencia de ese mundo espiritual, que no espera y del cual, Dios me ha proporcionado unas determinadas verdades reveladas. De diversas maneras y en todo tiempo, Dios ha hablado a los hombres, a las mujeres, a los niños revelando parte de Su esencia.

    En mi caso al abrirme a las revelaciones y sugerencias de los Doce Pasos los acepto y al hacerlo con mente abierta y buena voluntad entonces me comprometo a vivir conforme a los principios espirituales de la recuperación, sin reservas de ninguna clase. Por eso, el acto de fe supone la gracia que ilumina la inteligencia y mueve mi voluntad sin menoscabo de mi libertad humana, mas comprometiéndome interiormente. En el Libro Grande a fe no se me impone, sino se me propone. Soy enteramente libre en aceptarla o rechazarla, mas lo que decida tiene, me guste o no, la aceptación de todas sus consecuencias.

    Las dudas de fe, tienen una absoluta relación con mi libre albedrío, es una interrogante que me presenta mi mente, y que he de vencer con la fuerza espiritual de mi verdadero amor a Dios y a mis semejantes. La duda forma parte de mi vida espiritual y es uno de los vaivenes emocionales que tengo que vivir, pues es una de las facturas que tengo que pagar, por mi capacidad de creer o no creer.

    Mi fe hace que sea una verdad absoluta esta parte del Capítulo Cuatro del Libro Grande: “Nuestra impotencia nos planteaba un verdadero dilema: teníamos que encontrar una fuerza gracias a la cual pudiésemos vivir, y ésta debía ser un Poder Superior a nosotros mismos, evidentemente. ¿Pero dónde y cómo encontrar este Poder?

    La búsqueda de tal fuerza es justamente el tema de este libro. Su fin principal es conducirlo a descubrir un Poder Superior a usted mismo que le ayude a resolver su problema.”

    La fe es algo que depende no tanto de la inteligencia como de la buena voluntad. Ante todo es un don divino, que el Señor está siempre dispuesto a donarme, como lo está en relación a cualquier otro bien espiritual que yo le pida; mas lo importante es que tenga la voluntad de amar y desearlo, la inteligencia aquí, no me sirve de nada. Con el Poder Superior, nada puedo adquirir a través de la razón de la inteligencia, sino por razón del amor, de la firme decisión que tenga de amarlo.

    Felices 24 horas con fuerza espiritual.

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