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REFLEXIONES DIARIAS AA 16 ABRIL

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    16 ABRIL

    LA IRA: UN “LUJO DUDOSO”

    Si íbamos a vivir, teníamos que estar libres de la ira. El descontento y la agitación mental no eran para nosotros. Pueden ser un dudoso lujo para personas normales, pero para los alcohólicos estas cosas son veneno.

    — ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 66

    “Lujo dudoso”. Cuán frecuentemente he recordado estas palabras.

    La ira no es lo único que debemos dejar para los no-alcohólicos; yo hice una lista en la que incluí los resentimientos justificables, la autoconmiseración, el juzgar a otros, la hipocresía, el falso orgullo y la falsa humildad.

    Siempre me asombro al leer la frase en mención. Con tanta insistencia se me han inculcado los principios del programa que sigo pensando que todos esos defectos aparecen en la citación. Menos mal que no me los puedo permitir de lo contrario, seguramente me entregaría a ellos.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    Ser sincero (honesto), humilde (veraz) y asertivo es la manera en que puedo llegar a externar mi enojo de manera positiva, estableciendo mi postura mas sin dañar ni ofender a los demás.
    Ira, derivada de mi frustración, de mis celos, de mis fracasos, del cansancio, del hambre, de la sed, de la turbación (con mi enfermedad de la adicción en grado superlativo), de la humillación y que ciega cualquier resquicio de razón, de sentido común y en mi espíritu de posibilidad de amor.

    Por supuesto que la ira es un lujo dudoso, ya que en mi experiencia personal he vivido momentos de ira, sin ningún tipo de consumo, que me ponen fuera de mí, que me han llevado a actos extremos de violencia, de agresión, de una falta total de la más mínima cordura, incluso mis actos de mayor violencia en mi vida han sido sin estar intoxicado.

    Desde niño los momentos en que explotó mi ira me pusieron al borde, de hecho recuerdo que cuando estaba en cuarto de primaria, tuve una pelea con un condiscípulo de sexto y ante mi temor a que me golpeara cuando logre tirarlo, lo tomé por el cuello muy fuertemente y solamente le decía: “pídeme perdón”, y lo grave es que nunca me di cuenta que no iba a responder porque lo apreté tan fuerte que estuve a punto de estrangularlo. Siempre justifiqué esto porque el hecho de que me buscara pelea era injusto pues arguyó que me había burlado de él, lo cual no fue cierto, y comenzó la pelea; mas hoy reconozco que mi reacción estuvo fuera de control.

    Más adelante en sexto año tuve otra situación donde alguien me insultó y fue tal mi enojo que lo perseguí por toda la escuela, y aunque una maestra me tomó del brazo, yo la arrastré conmigo con una fuerza inusual por el tamaño de mi ira.

    Así, fui recorriendo momentos, escasos, pero de mucha gravedad porque incluso me llevaron a ofender, lastimar y agredir a seres muy queridos, lo cual me ha sucedido aún estando dentro de AA, y estos arranques de ira me han robado la paz, la serenidad y el equilibrio emocional.

    La última vez que me puse muy enojado, recuerdo que perdí todo mi equilibrio emocional, que estuve temblando del enojo y que por más que rezaba la Oración de la Serenidad me costó mucho trabajo y un par de días recuperar la calma total, tanto que no podía creer que esto me hubiera sucedido así, ya que fue un incidente realmente de mediana importancia lo que me hizo explotar.

    Gracias a mi Poder Superior, he podido ir comprendiendo lo que me enseñan y lo que me transmiten los principios espirituales de todo el Programa para ir practicando en mi diario vivir, el hecho de mantenerme alejado de la ira; he aprendido a orar para que Dios elimine este gravísimo defecto de carácter y que me guíe hacia la comprensión, la tolerancia y la humildad para hacer frente a situaciones donde, algo que me agrede no reciba una respuesta violenta. (Cómo dijo Gandhi: “el fuego no se apaga con el fuego”; “si quieres ser libre, no violencia”).

    La ira, madre de todos mis resentimientos, de mis venganzas personales; de mis omisiones “para que aprendan”; de mis reacciones “para canijo, canijo y medio”; de mi fingida modestia (falsa humildad); de mi soberbia (prepotencia); de mi actuar mentiroso y deshonesto (hipócrita y autoconmiserado).

    Mi furia extrema me ha llevado a sentir cambios en mi cuerpo (fisiológicos y biológicos) como el aumento en mi ritmo del corazón, la presión arterial, la producción de hormonas, la producción de sustancias en mi cerebro.

    Cuando exploto de esta manera observo que nada tiene que ver mi furia desbocada, con la ira que de manera instintiva me sirve para tener una respuesta natural ante las amenazas que recibo con agresividad y poder tener un comportamiento capaz de luchar para defenderme cuando soy atacado, lo que de ninguna forma quiere decir que ataque a cada persona que me molesta o irrita.

    Ser sincero (honesto), humilde (veraz) y asertivo es la manera en que puedo llegar a externar mi enojo de manera positiva, estableciendo mi postura mas sin dañar ni ofender a los demás (aunque es bastante complejo en el mundo que las personas estén dispuestas a escuchar lo que no quieren o lo que no les gusta o lo que les contradice). Tampoco se trata de absorber todo como esponja y tragarme todo porque seguramente sólo difiero mi explosión, además de que es obvio que me hago dañó espiritual y físicamente, lo cual también afecta mis relaciones interpersonales.

    Al buscar hacer oración y meditación para calmarme ante hechos y actos que pueden causar mi ira, no puedo dejar de acordarme lo importante que es prestarle atención a los ejercicios que me enseñaron en la clínica para hacer relajación, mejorar mi respiración, tener atención plena, y concentrarme en pensamientos positivos y tranquilizadores y dejar pasar los pensamientos negativos y de enojo, al igual que los que practico en mis juntas de Paso Once. (De hecho más de una vez me han librado y me han ido regalando una mejor manera de enfrentar estos momentos).

    He aprendido, dolorosamente con la experiencia, que enojarme no arregla nada y generalmente hace que me sienta peor (porque debo reconocer que ha habido veces que gocé estar enojado o que quería estar enojado). Cuando recapacito, puedo pedir guía para buscar una solución a un problema (si no tiene solución es un hecho, y si tiene solución ya no es un problema).

    El Programa, los compañeros, las juntas, el tratamiento continuo me han enseñado a escuchar (ejercicio que debo hacer en estos momentos) y a pausar mis respuestas, tomar tiempo antes de hablar (tener cuidado con ese músculo que es la lengua), lo que puede evitar un desastre.
    Aunque de momento mi ira nunca haya carecido de motivo, debo reconocer que muy rara vez tuvo un buen motivo e incluso se ha desviado de la causa o persona que causa mi ira verdadera y entonces por ser un inseguro pusilánime, seguramente me he desquitado en casa o con quienes siento que “puedo” y por tanto no temo.

    “La cólera (ira) perjudica el sosiego de la vida y la salud del cuerpo, ofusca el juicio y ciega la razón.” (Diderot)

    Felices 24 horas sin ira.

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