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REFLEXIONES DIARIAS AA 17 MARZO

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    17 MARZO

    «FORMAS MISTERIOSAS»

    … toda época de aflicción y sufrimiento, cuando la mano de Dios le parecía pesada e incluso injusta, ha resultado ser una ocasión de aprender nuevas lecciones para la vida, de descubrir nuevas fuentes de valor, y que, última e inevitablemente, le llegó la convicción de que, al obrar sus milagros, “los caminos de Dios sí son inescrutables”.

    — DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 102

    Después de perder mi carrera, mi familia y la salud, todavía no me convencía de que mi manera de vivir necesitaba una revisión. Creía que estaba destinada a morir sola y que lo merecía.

    En la cima de mi desesperación, mi niñito de corta edad se enfermó gravemente con una rara enfermedad. Los esfuerzos de los doctores fueron infructuosos. Yo redoblé mis esfuerzos para amortiguar mis sentimientos pero el alcohol ya había dejado de surtir su efecto.

    Quedé sola mirando fijamente a los ojos de Dios, suplicando su ayuda. A los pocos días, por una extraña concatenación de coincidencias, tuve mi primer contacto con A.A. y desde entonces he permanecido sobria. Mi hijo vive y está mejorando. Todo el episodio me convenció de mi impotencia y de lo inmanejable que era mi vida. Hoy, mi hijo y yo estamos agradecidos a Dios por Su intervención.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    ¿Cuál es la diferencia entre un problema muy grande y uno pequeño? ¿Por qué unos me llevan a que reine el pensamiento funesto y la emoción negativa; y otros me permiten casi levitar?
    He pasado por momento muy difíciles y curiosamente la presencia de Dios ha mitigado la aflicción y el sufrimiento en mi ser; incluso me ha regalado calma y una insospechada serenidad para afrontar estos problemas: Con seguridad esto ha sucedido porque son tan graves y tan fuera de “todo mi control” que no he tenido reparos en creer en que solamente Dios se hace cargo, aún y cuando estaba en la actividad.

    Para reforzar mi concepto de que Dios sí hace milagros, recuerdo cuando nació mi hijo muy prematuro, era diciembre lo que apuntaba a una época de “libre actividad” porque la mayoría de las personas brindan, tienen compromisos, otros tantos se pasan de copas y según yo “era natural consumir”. Así, principiando ese mes de diciembre estuve en el quirófano para ver la intervención médica para que naciera mi hijo prematuramente justo con las semanas exactas que consideraban le podían dar viabilidad. Al nacer corrí junto con los doctores a terapia intensiva para que lo entubaran, lo pusieran bajo una luz blanca y comenzara la necesidad de orar y aceptar que estaba en manos de Dios y las de su médico porque tenía mucho más del sesenta por ciento en contra para vivir. No sé porque de pronto sentí una calma y me llegó la certeza de que mi hijo viviría, junto con ello recuerdo que fue el primer mes de diciembre que no bebí, y así seguí algún tiempo hasta que a mitad del mes de enero del año siguiente salió del hospital. Sin embargo, todavía estaba en la actividad y situaciones totalmente fútiles movían todas mis emociones e invariablemente acababa bebiendo.

    Al conocer el Programa y al llegar al Tercer Paso, una de las experiencias que recordaba con mucha claridad respecto de cómo funciona si le dejo mi vida y voluntad al cuidado de Dios era precisamente el nacimiento de mi hijo; porque ahora sé que tuve la suficiente fe, me puse en acción al ir todos los días como me pidieron los médicos a estar con mi hijo, dos veces al día; y sobre todo no consumir nada lo que me permitió tener algo de claridad de mente y ayudó a mantener esa estabilidad emocional. Al mismo tiempo, sé que habiendo pasado la emergencia decidí soltar su mano que me había regalado en todo su esplendor un despertar espiritual de sobriedad (abstinencia y equilibrio emocional).

    Hoy, todavía me suceden fenómenos parecidos, respecto de que las grandes aflicciones de la vida, incluso sufrimientos fuertes no me mueven emocionalmente de manera negativa, sino que tiendo con facilidad a practicar mi fe y poner la acción que el caso amerita; sin embargo con cuestiones de la cotidianidad como son los requerimientos de mi esposa (que yo veo egoístas); el trato con personas que no son tan de mi agrado; la necesidad de tener que pedir “un favor” o ayuda a mis hermanos; comprender la forma de ser de mis hijos; aceptar que mi familia tiene su peculiaridad; el hecho de que alguien me llame para cobrarme o tener que afrontarlo; que algún asunto no salga exactamente como yo lo pienso o planeo; que un empleado no cumple escrupulosamente con su responsabilidad; y cosas por el estilo sí llegan a ponerme mal e incluso hay ocasiones en que por estas minucias pongo mi vida y mi tranquilidad en manos de los demás (cuando yo soy el que toma la actitud de engancharse) y me molesto primero con los demás y después el enojo conmigo mismo me hace arremeter contra todos.

    ¿Cuál es la diferencia entre un problema muy grande y uno pequeño? ¿Por qué unos me llevan a que reine el pensamiento funesto y la emoción negativa; y otros me permiten casi levitar en las manos de Dios?, pues no podría explicar cuándo, cómo y por qué unos puedo considerarlos como “grandes problemas, aflicciones y sufrimientos” y otros como “pequeños”, ya que en mi caso personal lo que debo hacer es darme cuenta que la “grandiosidad” se la doy yo, sobre todo cuando dejo de lado a Dios, cuando no tengo la fe necesaria, cuando pienso “que algo sí está en mi control” y entonces como buen enfermo de adicción me desequilibrio todo. Hoy, mi trabajo diario, consiste en aceptar que cada día es a cargo de Dios y que sólo por hoy, tengo que dejarle cualquier asunto, incluso Él me dejará resolver lo que ayer no pude y si ayer estuve mal, no importa porqeu ya pasó.

    Yo pido en mis oraciones que me permita tener el valor para realizar las cosas que puedo cambiar, sobre todo hacerlo con serenidad y aceptando lo que no me es posible modificar; le agradezco todo lo que me da y con mi meditación matinal busco enfocarme mi día a estas veinticuatro horas y/o a algún momento o asunto especial que tenga que enfrentar este día.
    He tenido momentos donde he llegado a dudar porque todavía me pienso y me siento “merecedor de lo mejor”, “no merecedor de la injusticia”, “dueño de las circunstancias”, hasta “director de mi propia mente”, cuando mi mente me ha demostrado muchas veces que toma su propio camino y es la primera en engañarme si me descuido.

    Efectivamente los caminos de Dios son insospechados. nadie puede vigilarlos, no están disponibles para el escrutinio mío, además de que no entran en mi comprensión finita; mas lo que sí puedo decir es que los lugares, las metas y las alturas de miras a las que me llevan tienen el común denominador de permitirme encontrarme con mis compañeros, con mis iguales, con otros enfermos de emociones, y en lugar de sentir “que estoy en el manicomio”, me regala la extrañísima sensación de estar en el “paraíso terrenal” y poder vivir en “Su reino”.

    Encontrarme en el grupo a otros locos, como yo, y que en ellos pueda darme cuenta que hace Su presencia Dios y que al mismo tiempo son Su conducto para guiarme, es una forma muy misteriosa, pero efectiva de encontrar la sobriedad para ir por el camino del destino feliz.

    Felices 24 horas en los caminos de Dios.

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