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REFLEXIONES DIARIAS AA 28 FEBRERO

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    28 FEBRERO

    «¿CÓMO? ¿NO HAY PRESIDENTE?»

    Cuando se les dice que nuestra Sociedad no tiene un presidente con autoridad para gobernarla, ni un tesorero que pueda exigir el pago de cuotas… nuestros amigos se quedan asombrados y exclaman, “Esto no puede ser…”

    — DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 128

    Cuando por fin llegué a A.A. no podía creer que no había tesorero que pudiera “exigir el pago de cuotas”. No me podía imaginar una Comunidad que no exigiera contribuciones económicas a cambio de servicios. Fue la primera —y hasta la fecha la única— experiencia que tuve de recibir “algo por nada”.

    Ya que no me sentía abusado o engañado por los A.A., me era posible abordar el programa sin prejuicios y con mente abierta. No querían nada de mí. ¿Qué tenía que perder? Doy gracias a Dios por la sabiduría de los cofundadores que conocían tan bien el desdén que tiene el alcohólico a ser manipulado.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    El aspecto económico no me ha sido fácil últimamente, y sin embargo he tenido más paz y tranquilidad que en muchos años de mi vida.

    Es verdaderamente asombrosa mi personalidad por ser un enfermo de adicción, ya que en la grandiosidad de mi egocentrismo hubo momentos en que me “sentía con la capacidad de invitar a todos”, en realidad lo hacía para no estar solo, para lograr “prestigio”, por la presunción de “poder económico”, por el hecho de “llenar mis huecos emocionales” con una serie de excesos. De pronto, me situé en la banda contraria y pensé que “si tenían el privilegio de que yo les hiciera compañía” tenían que invitarme todo, tenían que pagar mis deseos y excesos, incluso “era su obligación”. Sin embargo en cubrir las necesidades y aspiraciones de mi esposa y mis hijos, era avaro porque quería guardar dinero simplemente por guardarlo; después me sentí “prepotente” para poder gastar a manos llenas y de esta manera “comprar mis culpas”, en otros casos parecer “generoso” y al dar dinero o proveer algún bien lo hacía pero en el fondo me enojaba, me llenaba de ira y me resentía. Con el tiempo solamente me quejaba de mi mala situación económica y me regodeaba en la auto compasión, en ser víctima de mi propia familia, en molestarme porque me negaban más recursos, en fin nada era suficiente.

    Gracias a Dios conocí AA y al trabajar con mayor seriedad y con un compromiso auténtico el Programa fui entendiendo que el dinero y las cosas materiales solamente sirven para darme un servicio y que cuando yo soy el proveedor de ello, el dinero y las cosas materiales tiene la finalidad de que yo le dé un servicio a mi familia, que puede proporcionarme ciertas comodidades y facilidades, más que la vida no se trata de tener sino realmente de ser una persona equilibrada emocionalmente y que no consuma, en mi caso, para poder trabajar un día a la vez mi sobriedad.

    El aspecto económico no me ha sido fácil últimamente, y sin embargo he tenido más paz y tranquilidad que en muchos años de mi vida porque he aprendido a aceptar que Dios me dé el sano juicio de que por Su Gracia pueda administrarlo mejor, de que me dé las oportunidades de generarlo, le deje mi vida y mi voluntad a Su Cuidado para que Él se encargue de señalar el momento en que debo recibir algo, cómo y cuánto recibir, solamente para manejarlo sabiendo que no es mío y que mucho menos es la finalidad de mi vida; he podido solicitar que elimine, sólo por hoy, mi avaricia, mi envidia, mi prepotencia, mi presunción y todos aquellos defectos de carácter que me inclinan a querer más todo el tiempo.

    Al conocer la Séptima Tradición y ver que nosotros los adictos en los grupos de AA, NA y Doce Pasos nos mantenemos con nuestras propias contribuciones me llamó poderosamente la atención observar que no se exige una cantidad precisa, de hecho que tampoco se sugiere una cantidad e incluso hay quienes no dan; y esto aunado al hecho de que me dijeron, lo cual comprobé, que no había ninguna otra autoridad que no fuera Dios, como cada quien lo conciba, chocaba contra toda la lógica de la vida cotidiana.

    El hecho de que no haya ninguna otra autoridad fundamental que no sea Dios (Poder Superior) y que no se exijan cantidades de dinero de ninguna índole me pareció muy bien, aunque no comprendía porque algunos compañeros con capacidad económica no daban más y que nadie les hiciera ningún reproche, hoy vivo y entiendo que se trata de la conciencia de cada uno, que lo importante es que cada uno contribuyamos conforme a nuestra capacidad, que se trata de vencer esta parte del egoísmo que me lleva a la presunción y grandiosidad por lo que debo ser uno más. A veces me llamaba la atención que en la actividad de la adicción fuera capaz de gastar cantidades exhorbitantes y que al momento de dar la Séptima me fuera tan difícil desprenderme de determinada cantidad.

    No cabe duda, que los cien primeros alcohólicos, conocían muy bien mi naturaleza enferma y egoísta, y dejaron que el hecho de contribuir fuera un gesto que fuera naciendo de ir logrando la sobriedad que me muestra lo que es correcto y lo que debo hacer; así como me enseña que La Conciencia del grupo se manifiesta y por tanto hay una serie de directrices que para el funcionamiento se dan en las Doce Tradiciones, en los Doce Conceptos para el Servicio y dentro de la Estructura.

    Es increíble que siendo yo ingobernable, en lo que me he sentido identificado con todos mis compañeros, se logre el entendimiento lo cual para mí es el resultado de que Dios se manifiesta en el grupo; de que sé que necesito trabajar con otro igual que yo para no consumir; de que comienzo a tener un auténtico interés por mis compañeros y por mis semejantes; de que es una muestra de cómo mi ego se va reduciendo; de que voy comprendiendo que lo importante es el bienestar común; de que ejercito mi buena voluntad para aceptar lo que se sugiere en el Programa; del hecho de verdaderamente poner mente abierta para aceptar los principios espirituales; de que voy teniendo congruencia en lo que digo, pienso y hago; en fin de que me doy cuenta de que la vida hoy es mucho más tranquila y placentera que cuando consumía.

    Finalmente lo trascendente de la Autoridad Fundamental que he aceptado, junto con mis compañeros, es ¡Amorosa! y en el amor no cabe la negatividad, el odio, la envidia, la soberbia, la ira, el temor ni el egoísmo.

    Felices 24 horas con nuestra Autoridad Fundamental.

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