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REFLEXIONES DIARIAS AA 6 MARZO

    Reflexiones Diarias. Escritas por los A.A. para los A.A.

    6 MARZO

    «LA IDEA DE LA FE»

    No dejes que ningún prejuicio que puedas tener en contra de los términos espirituales te impida preguntarte a ti mismo lo que significan para ti.

    — ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, p. 47

    La idea de la fe es algo difícil de tragar, cuando dentro y alrededor de mí el miedo, la duda y la ira abundan. A veces, la mera idea de hacer algo diferente, algo que no estoy acostumbrado a hacer, puede acabar convirtiéndose en un acto de fe si lo hago regularmente y sin debatir sobre si es la cosa apropiada para hacer.

    Cuando llega un día malo y las cosas no salen bien, una reunión o una conversación con otro borracho a menudo me distraen lo suficiente como para convencerme de que todo no es tan imposible, tan abrumador como lo había creído. De la misma forma, asistir a una reunión o hablar con un compañero alcohólico son actos de fe: creo que estoy contrarrestando mi alcoholismo. Estas son las formas en las que sigo acercándome a la fe en un Poder Superior.

    Del libro Reflexiones diarias
    Copyright © 1991 por Alcoholics Anonymous World Services, Inc. Todos los derechos reservados.

    Siempre busqué definiciones para conceptos específicos, y respecto a la Fe, ésta solamente la concebía como algo relacionado a la religión, en creer sin ver una serie de dogmas, mandamientos, principios, pero sobre todo hechos que no tenían explicación o que no podían ser demostrables.

    La palabra Fe la utilizo para señalar lo que creo como persona o lo que creo como parte de una comunidad, así mismo hago referencia a una sensación de certeza y a la opinión positiva que tengo de un individuo o de alguna cosa.

    La Fe, por otra parte, es mi afirmación o confirmación de que algo es veraz y la ubico en lafuerza emocional que nace o aparece cuando mi fe tiene su punto de partida en un anhelo y contribuye a mejorar mi autoestima.

    Al ir entendiendo, poco a poco la idea de la fe, me doy cuenta que es fundamental que cualquier enfermo de adicción, como yo, tenga fe en los que nos antecedieron para dejarnos el Libro Grande, los Doce Pasos, la literatura, en sí el Programa; tener fe en las afirmaciones que el Programa y los compartimientos de mis compañeros realizan y en los principios espirituales que predican pues sólo así puedo aceptar y acatar las sugerencias, que le han salvado la vida y han modificado positivamente la existencia de millones de enfermos de adicción y/o de sus emociones negativas.

    Por eso, no solamente debo poner buena voluntad, sino la buena fe al ejercer en mi vida cada uno de los Doce Pasos, porque esta buena fe se vincula a la honestidad, la rectitud, mente abierta, sano juicio y la acción necesaria para buscar unir mi fuerza de voluntad y mi fe a la Voluntad de Dios.

    Tengo Fe porque tengo la firme y absoluta evidencia de que el Programa funciona, ¡sí funciona!, y esto lo veo en cada junta, en cada compañero y en aquellos que se acercan porque vislumbran una solución; entonces tengo una convicción de que los principios del Programa así como las Promesas, sin olvidar las consecuencias fatales de no seguirlo, son verdad y muy ciertas.

    Hay dos factores que determinan la veracidad de mi fe son, por un lado y en primer lugar, aquellos elementos en los que se haya decido confiar (El Programa y los Doce Pasos) y por otro lado y en segundo lugar, la concordancia entre lo corroborado con lo obtenido (Experiencia de mis compañeros, sus resultados de cambio de juicios de actitudes y mi propio cambio de vida para comenzar a transitar por la sobriedad).

    Una de las grandes preguntas que tenía antes de practicar los Doces Pasos era: ¿Y cómo se ejerce la fe?, pensaba que era una cuestión de espíritus superiores, que nunca llegaría a aquello de “si tuvieras fe del tamaño de un grano de mostaza moverías montañas”, esto me hacía pensar que había algo que, desde tiempos inmemoriales hacía que los seres humanos, como yo, no pudieran tener la fe suficiente “para lograr todo lo que desean y se proponen.

    También sabía de manera muy evidente que la fe no se ejercitaba repitiéndome: “Yo tengo fe, yo tengo fe…” sino en situaciones concretas. Cada dificultad, cada problema, cada prueba con que me enfrento es una ocasión para ejercitar y poner en práctica mi fe y no debo desaprovecharla, sino al contrario, darle la bienvenida y utilizarla con ese propósito.

    De esta manera me percaté de que la Fe que me propone el Programa es mucho más fácil de entender y practicar, porque me permite comprobar fácilmente que los principios espirituales y lo que me sugieren cada uno de los Doce Pasos va teniendo un resultado, primero para dejar de consumir (lo que no podía hacer), dejar de consumir sin estar enojado ni ansioso (tampoco lo había experimentado) y comenzar a mejorar la ingobernabilidad de mi vida a través de lograr estabilidad emocional y pedirle a Dios que elimine mis resentimientos, mis temores, mi inseguridad, mi falta de confianza, en fin toda mi debilidad.

    Uno de los errores comunes que cometía antes y aún dentro del Programa era pensar que “no debía ni podía permitirme sentirme débil”, y entonces me exigía siempre mucho para “lograr el éxito”, y dentro del Programa me exigía mucho “para lograr una sobriedad de calidad y duradera”. No había llegado a la convicción de que precisamente al decretarme, declararme y reconocerme “débil” es que comienzo a dejar entrar, de buena fe y de buena voluntad, a Dios porque entonces Él toma mi debilidad (impotencia + ingobernabilidad + inestabilidad emocional) para hacerse cargo con Su Poder, Su Fuerza y entonces puede guiarme a tener fortaleza y estar dispuesto a cumplir Su Voluntad.

    Si ejercito mi fe, en lugar de desesperarme, morderme las uñas y arrancarme los cabellos ante una situación muy difícil, miro más allá de las circunstancias visibles y me afirmo en la seguridad de que Dios es mi Director, es mi Jefe y es mi Padre, que Él cuida de mí y que Él no me va a desamparar sino que de alguna forma me va a dar justo lo que necesito para estar bien y tener lo que es mejor para mi vida, hay un cambio en mi juicio y en mi actitud que hace que las cosas resulten diferente y que pueda tener mayor entereza.

    Ejercitar la fe en una situación de aflicción, conflictiva y que me pone en aprietos materiales y emocionales, equivale a cambiar el giro de mis pensamientos. Ante las dificultades insuperables (digo, aparentemente insuperables) mi pensamiento tiende a seguir una dirección derrotista, negativa, y a empujarme a la desesperación. Y precisamente aplicar, sólo por hoy, el Tercer Paso de poner mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios, hace que pueda soltar con fe la situación y pedir la guía para hacer lo correcto y tener paciencia para esperar, pues no se trata de actos de magia instantánea que resuelvan mis deseos sino de que Dios se manifiesta a través de los otros para que yo esté alerta y reciba Sus Indicaciones para salir adelante. ¡Hágase en mí y a través de mí Su Voluntad!

    Ése es el momento de cambiar la dirección de mis pensamientos y darles la vuelta, dirigiéndolos en un sentido contrario. En lugar de desesperarme, confiar; en lugar de desalentarme, levantar el ánimo; en lugar de decirme: “todo está perdido”, decirme: “yo sé que Dios me ayudará”. Este cambio de pensamiento solamente se da, en mi caso personal, en unos instantes de reflexión, muchas veces en los segundos que hago la Oración de la Serenidad, o cuando me tomo más tiempo la Oración de San Francisco. No requiere de mucho tiempo. Es un acto prácticamente instantáneo, si hago un hábito en mi la oración y la meditación, como parte de llevar a todos los asuntos de mi vida el Programa.

    Gracias a AA, NA y Grupos de Doce Pasos tengo muchísimas ocasiones de llevar el principio espiritual de poner al cuidado de Dios mi vida y mi voluntad, esto es, de ejercitar mi fe. ¿Quién no recibe alguna vez malas noticias en esta vida? Me niegan un aumento de sueldo que necesito urgentemente, o fracasé en mi nuevo intento de alcanzar una meta, o el banco me está exigiendo pagos, en los negocios que busco se me cierran las puertas, o me comunican que tengo una enfermedad grave, incurable, progresiva y mortal, etcétera. Tantas circunstancias en que parece que se me cierra el camino, o que se levanta de pronto una pared infranqueable, y el corazón se me sube a la garganta.

    Pero en verdad, todas esas circunstancias difíciles son otras tantas ocasiones para afirmar mi fe y no desesperar. ¡Ah claro! ¡Qué fácil es decirlo cuando la cosa no es con uno! ¡Qué difícil, sin embargo, llevarlo a la práctica cuando estoy en medio de la tormenta! Una cosa es hablar y otra cosa es hacerlo. Muy cierto. Entonces ¿Qué es lo que se requiere para tener esa actitud que no se da por vencida?

    En mi caso, como AA no puedo permitirme darme por vencido sino tener esperanza porque veo en mis compañeros que han pasado por muchas circunstancias negativas, difíciles, han tenido aflicciones, han sufrido pérdidas, en fin han tenido momentos complejos y con la certidumbre de que Dios es quién se hace cargo, en principio haciéndose cargo de que yo no consuma, y en segundo lugar permitiéndome tener una cambio de actitud para mantener las emociones más equilibradas.

    Dios, como yo lo concibo, es todopoderoso que me ama, y por tanto es más poderoso que todas las circunstancias del mundo (me lo demuestra al poder mantenerme sin consumir), y que tiene todas las cosas en sus manos, incluso la situación desesperada en que me encuentro. Yo sé que el Programa precisamente me habilita para que confié en mi Poder Superior, en Su Poder Infinito, que confíe en Su Misericordia, en Su Amor por mí y en que Él nunca me abandona.

    Felices 24 horas con Fe.

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