68.TOLERANCIA

Dos hombres en el cementerio
Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un hombre chino poniendo un plato con arroz en la tumba vecina.
El vecino se dirigiĂ³ al hombre chino y le preguntĂ³:
– Disculpe señor, ¿de verdad cree usted que el difunto vendrĂ¡ a comer el arroz…?
Y el chino respondiĂ³ -«SĂ­, cuando el suyo venga a oler sus flores …» … … … …
Moraleja: Respetar las opiniones del otro, es una de las mayores virtudes que un ser humano puede tener.
Las personas son diferentes, por lo tanto actĂºan diferente y piensan diferente.
No juzgues, solamente comprende, y si no puedes comprenderlo, RESPETALO

TRATA A LOS DEMAS COMO TE GUSTARIA QUE TE TRATARAN A TI

1.Piensa por quĂ© te has estado juzgando a los demĂ¡s en el pasado. ¿Fuiste criado con la idea de que ciertas personas son inferiores a ti? ¿Has tenido malas experiencias? Trata de diagnosticar la causa que te hace sentir de cierta manera acerca de ciertos grupos de personas.
2.Ten en cuenta que esas personas a las que rechazas son seres humanos.Son seres humanos como tĂº y como yo. Todos deseamos ser aceptados por quienes somos. Todos tenemos el derecho a ser quienes somos y como somos sin que nadie nos moleste por eso.
3.Date cuenta que ya hay demasiada gente intolerante en el mundo. Hay mucha gente que es rechazada por pertenecer a un cierto grupo. Hay personas que son rechazadas por ser homosexuales otras personas son rechazadas por pertenecer a cierta religiĂ³n, etc. Si tĂº eres intolerante, te estarĂ­as agregando a la lista de personas que rechazan a los que son diferentes a ellos.
4.SĂ© parte de la soluciĂ³n. Ama a las demĂ¡s personas por lo que son, sin pensar que no son como tĂº quisieras que fueran. Haz que los demĂ¡s se sientan bien al estar contigo. De esta manera ganarĂ¡s muchos amigos y te ganarĂ¡s el respeto de los demĂ¡s.
5.Defiende a los demĂ¡s. No participes en chistes contra judĂ­os, negros, etc. Recuerda que ahora estĂ¡s tratando de ser una persona tolerante.

EXCESIVA TOLERANCIA : PERMISIVIDAD
Les comparto otra publicaciĂ³n de la compañera propietaria del blog Through An Al-Anon Filter:

CUANDO AMAMOS A UN ALCOHĂ“LICO. Cuando amamos a un alcohĂ³lico, podemos empezar a creer que con un pensamiento racional y cuidadoso, vamos a encontrar la manera «correcta» para explicarles el daño que su forma de beber nos causa a nosotros y a la familia. PodrĂ­amos pensar que debido a nuestro cuidado en la elecciĂ³n de nuestras palabras y nuestro tono, el alcohĂ³lico serĂ¡ capaz de oĂ­rnos. No es asĂ­. Como seres humanos todos tenemos la habilidad de negar, algunos de nosotros a un nivel que podrĂ­a parecer una locura – esa es la adicciĂ³n.
Cuando amamos a un alcohĂ³lico, podemos querer creer que lo que nos estĂ¡n diciendo esta vez es la verdad – que no se comportarĂ¡n otra vez asĂ­ cuando se emborrachen de nuevo, que no tenemos que avergonzarnos ante los gritos de rabia, porque esa fue la Ăºltima vez, nunca volverĂ¡ a suceder. Pero si continĂºan bebiendo, y la rabia es parte integral del proceso de intoxicaciĂ³n de esa persona, entonces los enfrentaremos de nuevo.
Cuando amamos a un alcohĂ³lico, podemos asombrarnos al descubrir que cuando finalmente nos decidimos a romper, despuĂ©s tal vez de años de sufrimiento por los efectos de su alcoholismo, es el momento en que deciden dejar de beber – una vez que ya no estamos.
He visto que sucede bastantes veces, y la parte que ha roto puede sentir una ira incontenible -«¿Por quĂ© ahora? ¿Por quĂ© no podĂ­a haber hecho eso cuando aĂºn estĂ¡bamos juntos? Le di años a ese hombre/mujer, y le roguĂ© un millĂ³n de veces que dejarĂ¡ de beber y espera a que yo dejĂ© el matrimonio, y entonces deja de beber.»
Cuando amamos a un alcohĂ³lico, podemos esperar que si lo rescatamos de una mala situaciĂ³n, les proporcionamos dinero / un lugar para quedarse / comidas / un vehĂ­culo para conducir, estarĂ¡n agradecidos, y tratarĂ¡n con mĂ¡s fuerza alcanzar o mantener la sobriedad. En Al-Anon, este tipo de comportamiento se denomina «permisividad», ya que hace posible la capacidad del alcohĂ³lico para mantener sus malabarismos por un perĂ­odo mĂ¡s largo, antes de que todo se derrumba alrededor de su cabeza, y se enfrente a las consecuencias de sus propias decisiones.
La permisividad puede percibirse como amorosa y solidaria, pero a menudo tiene mĂ¡s que ver con nosotros que con el alcohĂ³lico. Es posible que necesitemos sentir que hemos «hecho todo lo posible» o que somos «un buen padre / esposa / hermano» con la esperanza de que nuestro ejemplo les mostrarĂ¡ cĂ³mo su comportamiento es, por el contrario, destructivo.
Tal vez estamos atrapados en un ciclo de permisividad, en la que creemos que si no actuamos para salvarlos, se perderĂ¡n en su adicciĂ³n para siempre o incluso morirĂ¡n.
La triste verdad es que no todo alcohĂ³lico es capaz de alcanzar o mantener la sobriedad. Muchos de ellos se han perdido en la adicciĂ³n, y muchos mueren cada año debido a los efectos de la bebida.

En Al-Anon aprendemos que no lo causamos, no podemos controlarlo, y no podemos curarlo. Esto puede ser un duro golpe para el ego y para la propia imagen como rescatador, o puede ser un paso hacia la libertad cuando entendemos que es realmente posible para nosotros tener una vida, satisfactoria, productiva y serena, ya sea que el alcohĂ³lico beba aĂºn o no.
El desapego no es cruel ni despiadado; el desprendimiento nos salva de continuar con un trabajo en el que podemos tener un efecto nulo. Cuando amamos a un alcohĂ³lico, una de las cosas mĂ¡s consideradas que podemos hacer por ellos es permitirles que controlen sus propias vidas. Podemos sentirnos angustiados por sus elecciones y su autodestrucciĂ³n, pero cuando honestamente admitimos nuestra impotencia, hemos comenzado nuestro propio viaje de sanaciĂ³n.
Ruego por seguir desprendiĂ©ndome de los alcohĂ³licos de mi vida y ser capaz de ver sin juzgar y amar sin culpar.
http://asociacionarlo.blogspot.com.es/
Autoritarismo
Recuerdas la vieja escuela, la de las varas detrĂ¡s de la puerta y los bastones de castigo adornando las paredes, la de pocas palabras. Esa que gobernĂ³ con mano de hierro la vida de nuestros padres o de nuestra infancia.
Fue la era de la enseñanza que provenĂ­a de la autoridad indiscutible de los adultos, los que señalaban el camino a los cuales sĂ³lo cabĂ­a obedecer. «Ya vendrĂ¡ tu tiempo para educar a tus hijos a tu gusto, ahora es nuestro turno», repetĂ­an sin soberbia, pero con un sentido de responsabilidad a toda prueba.

Permisividad

Pero, tal como el pĂ©ndulo, se dio un giro hacia otro extremo. Fue la generaciĂ³n de posguerra, la de los jĂ³venes que volvieron, los que se desencantaron con el modelo de la rigidez y la obediencia ciega.

Fue la bonanza del «dejar hacer». El momento en que se creyĂ³ que cualquier medida coercitiva pondrĂ­a paredes al crecimiento de los hijos.  Se creyĂ³ que los lĂ­mites serĂ­an un daño.

La reacciĂ³n

Sin embargo, siempre se vuelve a un punto de encuentro, donde las generaciones que vienen se dan cuenta que la verdad no estĂ¡ ni en un extremo ni en otro.

Los lĂ­mites

En ese contexto surgieron voces para decir que era necesario establecer límites, sin ahogar la libertad. Hitos que condujeran, pero sin dañar a la persona que debía caminar por el sendero.
El niño de esa Ă©poca permisiva «creciĂ³ en el vacĂ­o, sin lĂ­mites, sin fronteras, sin carteles orientadores, sin sustento, sin apoyo. En consecuencia no creciĂ³Â«.

LĂ­mites y convivencia

«los límites son reglas de convivencia«. Establecen los linderos por los cuales hemos de guiarnos. El camino que orienta el norte de nuestras vidas.
Sin lĂ­mites sĂ³lo hay caos.
Cuando los padres establecen lĂ­mites, estĂ¡n poniendo un camino en la vida de sus hijos. La vida es relacionarse con otras personas. Cuando no se establecen lĂ­mites adecuados entonces se avasalla al otro, se destruye la armonĂ­a, y se  perjudica al que se acompaña, mas tarde o mas temprano.
«el hogar debe proporcionar alternativas, pensamiento crítico, ponerles límites internos a los límites externos«.

Los riesgos de la permisividad

«los padres permisivos no dan libertad, dan licencia, otorgan vacĂ­o para que el otro haga lo que quiera«. Esa pseudo libertad que a la postre se convierte en esclavitud a los caprichos, al devenir de las modas, a la nada…
«En medio de tanto miedo a los hijos, miedo a los lĂ­mites, miedo a perder la simpatĂ­a y la benevolencia de nuestros vĂ¡stagos, aprendimos a decir solamente sĂ­ y nos reprimimos con el no, como si fuera malĂ©fico«. Eso llevĂ³ indeclinablemente a la permisividad de la que se cosechan los desvarĂ­os de jĂ³venes sin rumbo

ConclusiĂ³n

Educar es instruir, formar, pulir y limar a una persona para que
se vuelva mĂ¡s armĂ³nica y sea capaz de gobernarse a sĂ­ misma.  La mejor educaciĂ³n pretende construir la felicidad, pero sin  olvidar que no hay felicidad sin sacrificio y renuncias

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