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PRAKASH QUERIA VER A DIOS

    “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y los hombres le pagamos con lamisma moneda: nos hemos hecho una idea de Dios de acuerdo a lo que somos”.Dios nos creó por amor y es su amor el que nos sustenta. El verdadero amor -yDios es amor- es desinteresado, se entrega sin esperar recompensa. Amasiempre sin esperar la respuesta de la persona amada. Dios nos amainfinitamente: nos llamó a la vida por amor y nos entregó generosamente todas lasobras de la creación para que nos sirvamos de ellas y veamos en ellas las
    huellasde su mano. Si en verdad creemos que somos amados por Dios, nunca podemosconsiderarnos solos. Todos somos amados por Dios, pero somos muy pocos losque lo sabemos y muchísimos menos todavía los que lo experimentamos. De ahíel deber de ser mediadores del amor paternal de Dios con todos los que loignoran. Dios nos dio la vida para que la demos. Debemos ver a los demás, a losvecinos, a los alumnos, a la gente que nos encontramos en la calle, como los veDios. Dios nos ha elegido para mostrar, a través nuestro, su amor a los demás.Por ello, que nadie se despida de tí sin sentirse mejor.
    * * *
    Sobre un gracioso valle al pie de los montes Apeninos estaban terminando de construir un convento, cuyo prior era un hombre de Dios. Un día, cuando la luz de la alborada pintaba de sonrisas el paisaje, el prior mandó llamar al hermano arquitecto, un hombre que dominaba el lenguaje de las piedras y que había interpretado magistralmente los sueños de su superior
    .
    -Hermano, quiero que construyas una celda en el extremo del edificio, allí donde no llega ningún ruido. Que el pasillo que conduzca a la celda domine todo el valle y esté bañado de luz. Pero esta celda no debe tener ninguna ventana. – Comprendo, ¿un calabozo, –preguntó el hermano arquitecto- reservado para el que cometa alguna falta grave? -No, no, nada de eso. Escúchame bien: la celda debe ser bastante alta y de buenas proporciones. Debes hacerla de tal modo que por unas aberturas invisibles se filtre durante todo el día el alegre sol de Umbría, para que el que esté en esa celda se encuentre sumergido en un pozo de luz.-¿Quién habitará una celda tan especial? ¿Acaso el mayor místico o santo del convento? -No, no necesariamente. Enviaré allí al hermano que se encuentre triste y apesadumbrado o aquel carcomido por los remordimientos y escrúpulos que piense que no es digno del amor y del perdón de Dios. En esa celda sólo se permitirá meditar esta idea: “Dios me ama tal como soy”. Mientras que en las demás celdas o en la capilla del convento, cada hermano puede dedicarse a otras meditaciones, a pensar en sus defectos para corregirlos, a llorar y pedir perdón por sus pecados…,el que habite la celda que vas a construir con tu mejor ingenio estará “condenado” a pensar únicamente en la inmensa ternura de Dios, el Padre que nos ama infinitamente sin importar lo que hayamos hecho.
    Entusiasmado con la idea, el hermano arquitecto se atrevió a proponer que sería bueno colocar en ella el bellísimo crucifijo de madera tallada que acababan de regalar al convento.-Había pensado en ello, pero me temo que la contemplación de ese cuerpo torturado le lleve al huésped de la celda a decirse “Fueron mis pecados los que le ocasionaron tanto sufrimiento y muerte. Mi maldad es tan grande que ocasionó la muerte del propio Dios”.-Pero la celda no puede estar vacía. Hace falta alguna imagen que recuerde el amor del Señor.-Primero será la dulce luz del “hermano sol” que se ofrece por igual a justos y a pecadores. Además, en cada una de las paredes y en letras bien grandes,gravarás el siguiente mensaje: TE AMO TAL COMO ERES. Si alguien se permite
    un sentimiento de inquietud al constatar sus miserias y debilidades, estará profanando esta celda en la que paredes, suelo y techo deben estar impregnados
    únicamente de nuestra confianza en la ternura sin límites de Dios
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    -Pero, Padre, ¿cómo no va a estar triste y apesadumbrado el hermano que no es capaz de amar a Dios con toda su alma? -Me gustaría que el hermano que pase uno o varios días en este lugar sagrado conozca a Aquel que ha dicho: “No es el sano, sino el enfermo el que tiene necesidad de médico”; conozca al buen pastor que sale en busca de la oveja perdida y la carga feliz sobre sus hombres cuando la encuentra; al padre que espera ilusionado al hijo descarriado y que se alegra con todo el corazón y manda hacer una gran fiesta cuando por fin regresa. Se me ha ocurrido también pedirle al hermano músico que componga un cántico –el único que estará allí autorizado-, cuyo estribillo repita: “Déjame amarte tal como eres”.-¿No ha escrito San Juan de la Cruz que seremos juzgados por el amor? -Y yo te digo, hermano querido, que seremos juzgados por nuestra fe en el amor. La fe, como las aberturas de la celda, permite al sol de la gracia invadir el alma. ¿Y sabes tú cuál es la medida de la calidad de nuestra fe?: la imagen que tenemos del amor de Dios. Todos los que tienen una idea mezquina, pobre, del amor de Dios y lo imaginan como un tirano o un juez implacable ansioso de vengar o hacer pagar nuestras faltas, son hombres de poca fe. Otros, en cambio, tienen una imagen osada, podríamos decir “escandalosa” del amor de Dios, y son por ello personas de una gran fe. Se parecen a la cananea del evangelio que arrancó a Cristo lágrimas de admiración. Por todo esto, cuando sienta que alguno de los hermanos anda apesadumbrado y triste, lo enviaré unos días a la celda.-Quisiera ser el primero –pide el hermano arquitecto, besando con fervor la mano de su superior.
    -Eso ya lo veremos. Mejor empieza ya a trabajar si quieres que la celda esté lista pronto.* * *
    Muchos, más que amar a Dios, obran bien y evitan el mal para ganar elcielo o evitar el infierno. Estos no tienen fe y no han comprendido lo que es elamor.
    * * * Cuentan que el rey San Luis de Francia envió al obispo de Chartres a una embajada. En el camino a su destino, el obispo se topó con una mujer de rostro
    grave y andar decidido, que , a pesar de que era de día, llevaba en una mano una antorcha encendida y en la otra un cántaro con agua.Intrigado por esa imagen, el obispo mandó detener el carruaje y le preguntó: -¿A dónde vas y para qué llevas esas cosas? -Con el agua voy a apagar el infierno, y con la antorcha voy a incendiar el paraíso. Quiero que los hombres amen a Dios por amor a Dios, no por miedo o de un modo interesado.
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